sábado, 2 de julio de 2016

LA BREVE VIDA FELIZ DE FRANCIS MACOMBER

Hemingway fue un escritor intenso, tanto o mas en su vida que redactando. Su obra ha sido objeto de numerosas polémicas respecto de su auténtica valía, pero qué duda cabe que se trata de uno de los mas destacados nombres de la literatura norteamericana y mundial del siglo XX. Aparte de novelas tan destacadas como “Adiós a las armas” (cumbre del romanticismo bélico) o “El viejo y el mar” (duro retrato de la derrota del esfuerzo) donde su legado más ha cuajado es en la narrativa breve.

Al premio Nobel de 1954 se le atribuye una de las doctrinas que más han influido en ese difícil arte contar en pocas palabras una historia con personajes bien definidos en un espacio breve que impide profundizar en las tramas, la llamada “Teoría del Iceberg”, o lo que es lo mismo; el arte de solo mostrar la superficie de lo que ocurre a los protagonistas para que el lector saque sus propias conclusiones. Algo muy adecuado cuando se trata de condensar una situación concreta para la que no se dispone de la extensión que otorga una novela.


Tal vez el arte del escritor se alcance en una pequeña joya de la narrativa de este estilo como es “La breve vida feliz de Francis Macomber”. Hemingway nos sitúa en un safari africano con un triángulo que suena a tópico, pero que en manos del narrador se sitúa en un nivel de interés muy superior a la media: un cazador profesional y un matrimonio de acomodados americanos. La caza, ese remanso del universo viril tan característico de su obra, es el entorno ideal para mostrarnos una situación límite con unas notas muy peculiares: con apenas unos retazos breves  es capaz de transmitir una tensión realmente sorprendente y que consigamos entender a los protagonistas de la peculiar historia. La cobardía, los celos, la expectativas no cumplidas y la redención tienen lugar en esta obra maestra, que cuenta además con un final muy sorprendente. A pesar de sólo mostrar un pequeño retazo de la vida de los integrantes del conflicto, acabamos conociendo a los mismos a la perfección.

Y, sobre todo, en ella acontece un cierto milagro literario: que una prosa muy sencilla consiga esconder una enorme complejidad.

Hay que destacar que basada este relato hay también una notable película (hoy muy olvidada) de 1947 titulada “Pasión en la jungla”, con Gregory Peck, Joan Bennet y Robert Preston.

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