martes, 20 de septiembre de 2016

MAIGRET

Sherlock Holmes era una máquina de analizar y deducir; Hercules Poirot utilizaba sus privilegiadas “células grises”, Perry Mason tenía una habilidad fuera de lo común ante un tribunal. Jules Maigret, por el contrario, no ostentaba ninguna cualidad excepcional. Era un funcionario público de aspecto común, con una metodología definida y un equipo de colaboradores en el que nada extraordinario podía apreciarse. O quizá sí. Su capacidad para adentrase en la mentalidad de los actores implicados en los crímenes cotidianos que llegaban a su despacho de la Policía Judicial, le permitía analizarlos, entender su psicología, entablar con ellos un extraño aire de complicidad que le ayudaba a desentrañar unos asesinatos por otro lado nada sofisticados y que ocurrían en las clases medias cuyas vidas aparentes no se salían de unos cánones rutinarios.
George Simenon fue un autor legendario cuya producción literaria alcanzó niveles asombrosos. Tal vez no tuviera ninguna obra maestra destacable por encima de la media, pero la regularidad y calidad de sus piezas logró una coherencia muy destacada. Dicen que el escritor belga siempre prefirió sus llamadas “novelas duras”, aquellas que no estaban protagonizadas por Maigret, pero fue el entrañable y corpulento comisario de policía el que le aseguró la inmortalidad.

Simenon llevó el relato policiaco por la senda del naturalismo. No había en el crimenes sofisticados, intrigas rebuscadas y finales sorpresa con truco. Eran tramas sobrias, centradas en un entorno muy concreto descrito con suma precisión: un barrio proletario, la residencia de un abogado prestigioso, la pequeña población en la que parece difícil que pase algo fuera de lo común, la consulta de un dentista, la residencia de una familia de alta alcurnia venida a menos, el night-club del puerto.... . Todo fluía de forma sencilla, sin estridencias; pero con una prosa cuidada, en apariencia simple pero que escondía una rara habilidad para ir metiendo al lector en el entorno humano que describía y que en pocas páginas le resultaba tremenda mente familiar.
Toda novela de Maigret comienza de forma lenta y parece que le cuesta arrancar, pese a su brevedad. Pero en poco tiempo uno va empatizando con las pesquisas del comisario, sus preguntas sobre el pasado de las personas empiezan a cobrar sentido ya que se percibe que a través de las mismas el sagaz policía está forjándose una opinión de los participantes del drama y que no tardará en llegar a una conclusión sobre lo que ha pasado. Mientras buena parte de las novelas policíacas suelen optar por un final acelerado en la que se descubre todo por arte de magia, en las novelas de Maigret el final es muy coherente y concuerda plenamente con la narración anterior. 
Su éxito radicó en gran medida por la clara identificación de sus muchos seguidores con los personajes descritos en las novelas, incluso hasta con los asesinos que en la mayor parte de los casos no eran sino infelices cuyo destino apenas habían podido evitar .Y el protagonista principal era un ser de carne y hueso muy atípico en un género en el que siempre ha habido tendencia a crear súper –héroes de cualidades destacadas. 
Una obra grandiosa de 80 novelas cortas, que merece ser revisada con frecuencia.