Sherlock Holmes era una máquina de analizar y
deducir; Hercules Poirot utilizaba sus privilegiadas “células grises”, Perry
Mason tenía una habilidad fuera de lo común ante un tribunal. Jules Maigret,
por el contrario, no ostentaba ninguna cualidad excepcional. Era un funcionario
público de aspecto común, con una metodología definida y un equipo de
colaboradores en el que nada extraordinario podía apreciarse. O quizá sí. Su
capacidad para adentrase en la mentalidad de los actores implicados en los crímenes
cotidianos que llegaban a su despacho de la Policía Judicial, le permitía
analizarlos, entender su psicología, entablar con ellos un extraño aire de
complicidad que le ayudaba a desentrañar unos asesinatos por otro lado nada
sofisticados y que ocurrían en las clases medias cuyas vidas aparentes no se
salían de unos cánones rutinarios.
George Simenon fue un autor legendario cuya
producción literaria alcanzó niveles asombrosos. Tal vez no tuviera ninguna
obra maestra destacable por encima de la media, pero la regularidad y calidad
de sus piezas logró una coherencia muy destacada. Dicen que el escritor belga
siempre prefirió sus llamadas “novelas duras”, aquellas que no estaban
protagonizadas por Maigret, pero fue el entrañable y corpulento comisario de
policía el que le aseguró la inmortalidad.
Simenon llevó el relato policiaco por la senda del
naturalismo. No había en el crimenes sofisticados, intrigas rebuscadas y
finales sorpresa con truco. Eran tramas sobrias, centradas en un entorno muy
concreto descrito con suma precisión: un barrio proletario, la residencia de un
abogado prestigioso, la pequeña población en la que parece difícil que pase
algo fuera de lo común, la consulta de un dentista, la residencia de una
familia de alta alcurnia venida a menos, el night-club del puerto.... . Todo fluía
de forma sencilla, sin estridencias; pero con una prosa cuidada, en apariencia
simple pero que escondía una rara habilidad para ir metiendo al lector en el
entorno humano que describía y que en pocas páginas le resultaba
tremenda mente familiar.
Toda novela de Maigret comienza de forma lenta y
parece que le cuesta arrancar, pese a su brevedad. Pero en poco tiempo uno va
empatizando con las pesquisas del comisario, sus preguntas sobre el pasado de
las personas empiezan a cobrar sentido ya que se percibe que a través de las
mismas el sagaz policía está forjándose una opinión de los participantes del
drama y que no tardará en llegar a una conclusión sobre lo que ha pasado.
Mientras buena parte de las novelas policíacas suelen optar por un final
acelerado en la que se descubre todo por arte de magia, en las novelas de
Maigret el final es muy coherente y concuerda plenamente con la narración
anterior.
Su éxito radicó en gran medida por la clara identificación de sus
muchos seguidores con los personajes descritos en las novelas, incluso hasta
con los asesinos que en la mayor parte de los casos no eran sino infelices cuyo
destino apenas habían podido evitar .Y el protagonista principal era un ser de
carne y hueso muy atípico en un género en el que siempre ha habido tendencia a
crear súper –héroes de cualidades destacadas.
Una obra grandiosa de 80 novelas cortas, que merece
ser revisada con frecuencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario