lunes, 29 de junio de 2015

LOS AÑOS DEL MIEDO



Retrospectivas sobre la España franquista la hay de todos los colores: apologistas y críticas, aburridas o entretenidas, destacadas o olvidables. Es ,por lo tanto, un material demasiado manido como para que un autor ofrezca algo novedoso con respecto al mismo.

Por eso cabe reconocer a “Los años del miedo” un considerable mérito, al transportarnos a los años 40 de forma entretenida, con aire marcadamente crítico, pero de forma divertida, hasta el punto que su peculiar retrato de las desventuras de los españoles de aquellos años, nos logra  transportar con notables dosis de verisimilitud, sin que por ello nos encontremos ante un libro con tentaciones de sentar doctrina, ni con el defecto de producirnos aburrimiento.

El mérito de Juan Eslava Galán es ejercer de cronista de una época, mediante la sabia mezcla del retrato cotidiano de personajes muy representativos de aquellas épocas, con las descripciones propias de un libro de historia mas ortodoxo, pero teñidas de una elegante ironía, que nos consigue arrebatar más de una sonrisa, aunque el trasfondo de lo contado no sea precisamente cómico y desde luego consagra a su erudito autor, como uno de los cronistas mas brillantes e originales de nuestro tiempo.

miércoles, 24 de junio de 2015

LA ISLA DE LAS TORMENTAS

En 1977 Ken Follett era un joven escritor con una serie de novelas que habían pasado sin excesivo ruido por las librerías, y que aspiraba a situarse como un autor de éxito. Empezó a barruntar una historia situada en la Inglaterra medieval, pero pronto la dejó de lado por una historia más convencional de un espía alemán que durante la II Guerra Mundial descubría que el ejército aliado se disponía a invadir Europa por las playas de Normandía.

No parecía un argumento muy prometedor y, desde luego, no era muy original, sobre todo teniendo en cuenta las decenas y decenas de libros y películas existentes del gran conflicto bélico ya en ese lejano año. Sin embargo, a instancias de los consejos de su editor, el ambicioso autor fue forjando un "triller" de gran intensidad, con un suspense muy destacado pese al previsible final de la historia. "La Isla de las tormentas" tenía un protagonista extraordinario, Henry Faber, una especie de super-hombre nitzeniano, de extraordinaria destreza y crueldad que mostraba su inquietante presencia desde las primeras páginas del libro. Sus crímenes se suceden a lo largo de los capítulos creando un desasosiego en el lector, azuzado por la implacable persecución a que es sometido por la contrainteligencia británica.


Follett crea en esta novela el esquema clásico de sus narraciones durante no pocos años: un protagonista claro pero con unos personajes secundarios de notable presencia en la trama, la existencia de una heroína femenina de gran personalidad e iniciativa y que lucha contra todas las adversidades posibles, el sexo explícito como aliciente para el lector ( en esta novela se aprecia una clara referencia a "El Amante de Lady Chatterley" de D.H Lawrence, mediante la figura de una mujer insatisfecha sexualmente por la impotencia de su marido inválido y que salda su frustración con un extraño) y una gran capacidad para crear un climax de tensión, que hace querer devorar la historia hasta el desenlace final. Es además un retrato muy destacado de la Inglaterra de esos años marcados por la escasez y el heroísmo que provocaba la guerra.

Su merecido éxito, con el  prestigioso Premio Edgar Allan Poe incluido, le reafirmo como una incipiente figura de best-seller internacional con títulos muy parecidos, aunque menos redondos, como "La Clave está en Rebeca"; "Triple", "El hombre de San Petesburgo",  o "El Valle de los leones". La novela se adaptó al cine en 1981, con Donald Suhertland en el papel de espía alemán, con el título "Eye of ten Needle" (El ojo de la aguja), una notable realización cuyo éxito provocó que las ediciones en lengua inglesa de la obra adoptaran el nombre de la película.

A título de curiosidad hay que resaltar que esa idea originaria de Follett sobre una historia medieval fue retomada en 1989....dando lugar a "Los Pilares de la Tierra"

jueves, 18 de junio de 2015

EL PINTOR DE BATALLAS



Autor de resonante éxito comercial desde sus comienzos, Pérez Reverte es, por méritos propios, uno de los escritores españoles más decisivos de las últimas décadas. Su obra implica una brillante fusión de la comercialidad y la calidad literaria, tantas veces consideradas como incompatibles.
Si las primeras obras del otrora corresponsal de guerra suponían una innovadora vuelta de tuerca del best-seller de aventuras clásico completado con una narrativa sólida, tan perfecta en la forma como imaginativa, algunas de sus obras finales parecen mostrarnos un creador peligrosamente convencido de la calidad de su prosa, algo que en ocasiones puede bordear el peligro de la pedantería.

El Pintor de batallas” es su obra más profunda y seria. Probablemente la más aburrida o al menos la peor que yo le he leído. Y eso que su argumento es de aúpa: un antiguo fotógrafo retirado que con su cámara cubrió algunos de los conflictos más descarnados de la historia (indisimulado alter ego de Reverte), se aparta  de mundo pintando un enorme mural que recrea una batalla, cuando recibe la visita de un ex soldado que le acusa de haber provocado la muerte de su familia.
Tan interesante propuesta termina difuminada en una narración pretenciosa, que confunde lo elaborado con lo cursi, empeñada en mostrar los amplios conocimientos pictóricos del autor y un pesimismo existencial sobre la condición humana, que provoca mas el hastío que la honda reflexión que se supone que pretende. Unos diálogos inverosímiles así como una referencia a una historia de amor trágica aún menos creíble y en tono si cabe más engolado (y ya es difícil) terminan por rematar la faena.
Muy lejos, en definitiva, de esas joyas como “El Maestro de esgrima”; “La tabla de Flandes” o “El club Dumas

CRIMENES IMAGINARIOS



Portadora de uno de los mas personalísimos estilos de la historia de la literatura policiaca Patricia Highsmith nos sitúa en “Crímenes Imaginarios” ante uno de sus típicos argumentos enrevesados: una investigación sobre un crimen que no ha sido cometido.
Cono punto de partida resulta sumamente estimulante: todo lo que signifique un alejamiento del esquema clásico de investigación con final sorpresa acerca de quién mató a quien, debe de ser agradecido por cualquier lector ávido de nuevas experiencias. Y lo cierto es que la idea funciona bastante bien durante buena parte del libro, gracias a su acertada descripción de unos personajes muy poco ordinarios y uno diálogos ágiles propios de la autora.

Desafortunadamente la recta final del libro no alcanza la misma altura. Parece como si la calculada ambigüedad de la narradora le llevara a un callejón del que no sabe salir demasiado bien. Quizá hubiese resultado más redonda siendo un poco más corta; se tiene la impresión que las páginas finales son un relleno más bien innecesario y que la autora no sabe muy bien qué hacer con esos interesantes protagonistas dignos representantes de la mente retorcida de su creadora. Una lástima, porque lo anterior esta muy logrado.

miércoles, 17 de junio de 2015

EL INTRUSO

Vicente Blasco Ibáñez es un autor fascinante, injustamente apartado del imaginario colectivo salvo en la comunidad valenciana donde es un patrimonio de la región. Representante de un realismo que lindaba con el naturalismo (era el Zola español) sus novelas de entorno costumbrista son, a fecha de hoy, auténticas joyas necesitadas de redescubrir, no sólo su legendario ciclo valenciano (Cañas y Barro, La Barraca, Arroz y Tartana…..) sino otras muchas entre las que se encuentra El intruso. Tal vez el éxito internacional de algunas de sus obras posteriores de menor calidad ( Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, Sangre y Arena) y su acentuada tendencia al melodrama impidieran un mayor reconocimiento de sus méritos.

Narración centrada en el País Vasco de finales del siglo XIX, en donde la nueva sociedad industrial derivada de la extraordinaria expansión de los altos hornos de Vizcaya, marca el comienzo de una conflictividad social inherente al propio desarrollo, Blasco Ibáñez encuentra el entorno ideal para mostrar el contraste entre el tradicionalismo católico ultramontano propio de las familias acomodadas de las vascongadas, y las nuevas corrientes liberales que correspondían al final de la centuria. Al mismo tiempo la pluma del escritor valenciano señala los peligros del incipiente nacionalismo vasco, de aquellos a los que las doctrinas de Sabino Arana empezaban a llevar por un camino desconocido y peligroso.
Como es habitual el enfoque de Blasco no es precisamente imparcial: los tradicionalistas son mostrados con trazos gruesos, casi grotescos con una intención crítica inequívoca, los progresistas son personas honradas y bienintencionadas a los que una sociedad cerril y anclada en sus creencias limitantes no les deja alcanzar la felicidad. Si uno consigue abstraerse de los arquetipos tan acentuados del autor puede disfrutar de una escritura impecable, elegante y con una asombrosa capacidad para retratar con precisión ambientes propios de la época.


BLITZ

Consagrado con la excepcional “Saber perder”, una de las mejores novelas españolas de los últimos años a David Trueba le quedaba la difícil tarea de volver al mercado con la sombra de su anterior creación planeando sobre el mismo; algo siempre harto complicado.
Blitz tiene un personaje principal interesante, Beto, un joven arquitecto paisajista que representa la realidad bien palpable de buena parte de los treintañeros  españoles: sin trabajo fijo ni rumbo definido en su existencia. En plena crisis profesional acude a Múnich con su pareja para participar en un concurso que aligere algo su situación laboral y económica. En la ciudad alemana tendrá que enfrentarse a una crisis afectiva, que hace más palpable su desorientación vital y a la que encontrará una peculiar salida.


Posiblemente planteada como un retrato generacional con tintes reflexivos, la novela (breve en contraposición a su anterior obra) cuenta con un inicio prometedor que se va diluyendo a medida que avanza la trama. La fina ironía teñida de amargura que caracteriza la prosa de Trueba (siempre brillante formalmente) en esta ocasión no logra conectar plenamente con una historia creíble y que intrigue al lector. A medida que las páginas avanzan, menor es el interés que tenemos por las desventuras de Beto. Su vacío no nos logra conmover, apenas nos despierta un ligero interés. Y su final aséptico y pretendidamente abierto nos deja como buena parte del libro: fríos como la ciudad alemana en la que se desarrolla buena parte de la acción