Cuando Raymond Chandler
escribió este libro (el sexto de la serie de Marlowe) ya se había convertido
por méritos propios en el gran renovador de la novela policiaca o más
concretamente “negra”, género nacido en el siglo XIX de la mano de Edgar Poe o
Arthur Conan Doyle y desarrollado a comienzos del XX en Francia, Gran Bretaña y
Estados Unidos país en el que experimentó una reorientación decisiva a través de
la obra de Dashiell Hammett.
Aunque George Simenon ya
había llevado al género por la senda del naturalismo con su comisario Maigret,
fue Raymond Chandler quien consiguió para el mismo la mayoría de edad, o mejor
dicho quien lo terminó por convertir en gran literatura, pese a las (injustas)
reticencias que al respecto del mismo siempre ha tenido buena parte de la
critica.
“El largo adiós” escrita en
1953 es ,probablemente, su obra cumbre y puede catalogarse como una de las
mejores novelas norteamericanas del siglo XX, y quizá mundiales; en la última
semana negra de Getafe el escritor argentino Jorge Fernández Díaz, por ejemplo,
declaró que la misma contenía más calidad que cualquier novela que escribiera
jamás Hemingway. En ella la tendencia de Chandler de utilizar la investigación
policiaca como mera excusa para reflejar las miserias de una sociedad (la
opulenta California de la postguerra mundial) llega a su máxima expresión. Lo
que menos interesa de una narración precisa y elegante es la resolución del
misterio planteado. Por encima de todo está la figura de un detective privado
duro, honesto y con un código de valores impropio de su tiempo, un Philip
Marlowe que nunca estuvo tan precisamente diseñado como en esta novela. Junto a
él, Chndler nos regala a unos personajes secundarios llenos de fuerza y
magníficamente retratados, con una narración que avanza en gran medida a través
del arte del diálogo, a cada cuál más incisivo y lleno de trasfondo y con un
mensaje que se mantiene a lo largo de toda la historia: en un entorno marcado
por la corrupción y la degradación moral, siempre hay un resquicio para la
integridad y la decencia.
Extraordinaria novela que uno
no pude dejar de leer y que no tuvo suerte con su traslado a la gran pantalla
con la versión totalmente fallida (pese a tener algunos seguidores) de Robert
Altman de 1973, con Elliott Gould en el papel de Marlowe
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