No
ha sido el escabroso tema del terrorismo vasco una temática que haya generado
una amplia bibliografía en lengua española, tal vez porque ha sido una herida
muy profunda hasta hace muy poco tiempo y faltaba una cierta perspectiva que
siempre da el tempo.
Fernando
Aramburu, un donostiarra residente en Alemania desde mediados de los años 80,
se ha lanzado a la aventura a través de la historia de dos familias vascas, una
con un terrorista en la misma y la otra con una víctima, que vivieron en sus
carnes todos los efectos del terrorismo. Radicada la acción en un pueblo
guipuzcoano, la novela desarrolla la historia de nueve personajes que se van
solapando en sus experiencias vitales que vienen macadas por el entorno social
del País Vasco de aquellos años. Esta es la historia de personas corrientes que
no pudieron sustraerse a las durísimas circunstancias políticas y sociales de
los años más duros de la lucha armada.
Aramburu
nos presenta a unos seres extremadamente reales que pasan por sus páginas con
una naturalidad pasmosa, pese a las situaciones límite que en muchas ocasiones
nos describe. Es difícil encontrar una forma tan perfecta de retratar
caracteres como se hace en esta novela. Todos sus personajes tienen una vida
propia extraordinaria, son seres de carne y hueso a los que es muy fácil
reconocer y hasta entender, incluso en aquellos que resultan mas bien desagradables
por sus actividades terroristas. Pero en esta narración no se pretende juzgar a
nadie, simplemente mostrar unas vidas que deambulan en busca de un sentido, que
en ocasiones es delimitado por hechos totalmente ajenos a la voluntad de sus
protagonistas.
A
lo largo de sus casi setecientas páginas nos sumergimos en el País Vasco de
tres décadas. Conocemos de primera mano como era el entorno de las aldeas
vascas en las que cuajaba el terrorismo, sus gentes, sus tabernas, sus tiendas
y mercados. Cómo se vivía y se pensaba en esa época tan dura desde todas las
perspectivas posibles: los que eran extorsionados y los que amenazaban,
aquellos que pensaban que esa historia no iba con ellos y los que tenían como
sentido de su vida la lucha con las armas, la visión femenina y masculina de
esos hechos y cómo esa tragedia afectaba a los lazos de amistad entre las
gentes que poblaban Euskadi, que pasaban de ser como hermanos a odiarse. Es un
retrato veraz, asombrosamente estructurado por una prosa directa y elegante,
que da la información precisa y juega con técnicas narrativas como saltos en el
tiempo o cambios de narrador que se ajustan de manera extraordinaria a la
narración.
No
creo descubrir nada, pues, si me aventuro a asegurar que nos podemos encontrar
con una de las grandes novelas españolas contemporáneas. Imprescindible
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