Pérez Reverte consiguió su
consagración con esta extraordinaria narración que mezcla de forma impecable
la novela histórica con el suspense. Situada en la España
revolucionaria de 1868, en vísperas del derrocamiento de Isabel II, ya en la
misma el antiguo reportero de guerra mostraba un dominio de la técnica digna de
un veterano, con un lenguaje pulcro y elaborado, una habilidad notable para la
descripción de entornos y un manejo de la intriga dignos de resaltar.
Pero al margen de su
impecable construcción lo que destaca en ella son sus dos protagonistas
principales: el viejo maestro de esgrima, Jaime de Astarloa, uno de los mejores
personajes hayan salido de la pluma, me atrevería a decir que de cualquier
escritor español contemporáneo. El veterano maestro de esgrima es un hombre
digno, perteneciente a otra época, consciente que su presencia en el mundo es
casi anacrónica, pero que aun así se niega a aceptar renuncia a los valores que
ha seguido a través del arte que practica y enseña, un sistema de dirimir lances
de honor propio de otro tiempo pero que mantiene su significación como
distintivo de personas de calidad. En pocas ocasiones un lector tiene tanta
empatía como con este viejo maestro que se ve implicado en una oscura red de
mentiras y crímenes, de la que intenta salir airoso sin alterar sus viejos
códigos de conducta. En su camino se cruza una misteriosa mujer, Adela de
Otero, un muy elaborado ejemplo de femme-fatale,
descrita con el aire de suspense que provoca un interés inmediato en la misma.
Ni si quiera las precisas
descripciones de la lucha a esgrima suponen un elemento de distorsión, pese a
su complejidad. Al contrario, el grado de detalle con la que son retratadas nos
permiten comprender aun mejor la mentalidad de Jaime de Astarloa, y como el ejercicio
de su arte marca de forma contundente su única personalidad. También son
acertados los diálogos de personajes secundario que sobre todo sirven para
poner en escena los avatares políticos del momento, esenciales en el apartado
policiaco de la novela.
Un joya indiscutible de la
literatura española de finales del siglo XX, que conoció de una acertada
versión cinematográfica de la mano de Pedro Olea en 1992, con unos impecables
Omero Antonutti y, sobre todo, Assumpta Serna en los papeles protagonistas.
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