El género biográfico conoce de dos vertientes: los libros
autorizados por el personaje público cuya vida y milagros se retrata y los que
no han contado con el visto bueno del destinatario de las páginas, categoría en
la que se encuadra esta biografía de Clint Eastwood.
En Norteamérica, donde hay un buen puñado de escritores
especializados en las vidas de los grandes astros de la pantalla, Patrick
McGuilligan goza de un merecido prestigio gracias a haber abordado la biografía
de gente tan destacada de la historia del cine como Jack Nicholson. George
Cukor, Robert Altman o Alfred Hitchcock y en este voluminoso tratado aborda a
la figura más icónica del cine americano contemporáneo: Clint Eastwood, esa
estrella del cine de acción al que casi todos consideraban un mediocre actor y
un apañado director, hasta que “Sin Perdón”, una cinta del Oeste del año 1992
abrió una nueva etapa en su vida: derrepente pasó a ser considerado un maestro y
el último cineasta clásico de Hollywood.
McGuilligan realiza una disección del personaje tanto en su
esfera pública como en la privada, como toda biografía de corte escandaloso que
se precie. Lo cierto es que la imagen de Eastwood no queda demasiado bien
parada del análisis; en el libro parecen destacar los aspectos negativos y
escabrosos del ídolo de tantos espectadores; es señalado como mujeriego
incorregible y casi un devorador sexual insaciable capaz de saltar de una
conquista a otra sin casi consideración por el género femenino y no se escatiman detalles de relaciones tempestuosas como la que mantuvo con Sondra Locke, su
co-protagonista en varias cintas de finales de los 70 y comienzos de los 80, y
que acabó de forma abrupta en los Tribunales. En cuanto a su labor profesional,
no se ahorra criticas mas bien desfavorables a buena parte de la carrera de
Eastwood, señalando la tendencia a sobrevalorar muchas de sus películas como
director, aunque las recientes ediciones actualizadas reconocen el grado de maestría
de su producción del siglo XXI con joyas indiscutibles como “Mystic River”
,“Million Dollar Baby” o “Cartas desde Iwo Jima”. El biógrafo incide en la
obsesión de la estrella por las relaciones públicas, cierta tendencia a aprovecharse del talento ajeno,
su trato considerado a los críticos en busca del reconocimiento artístico que
durante tantos años buscó , su gusto por rodearse por un poderoso equipo de
abogados dispuestos a pleitear sin descanso por los intereses de su cliente (el
propio autor fue objeto de una demanda por este libro, saldada por un acuerdo
extrajudicial que no trascendió a la opinión pública), o la polémica tesis
mantenida por MacGuilligan que nunca ha deseado ponerse a las órdenes de
realizadores con personalidad que le hubiesen hecho crecer como actor. Al mismo tiempo le reconoce (aunque con reticencias) virtudes como el ser un director económico y muy rápido, capaz de cumplir el plan de rodaje y el presupuesto de forma muy atípica en Hollywood.
El libro hará las delicias de los aficionados al cine y al
propio astro de Harry El Sucio.
Cuenta con un estilo ágil y una documentación exhaustiva, es un torrente de
datos y cotilleos y muestra juicios críticos de todas las realizaciones que han jalonado una gloriosa carrera
cinematográfica. Y abre un debate más que interesante sobre el alcance de la
obra de un director único, que al margen de aspectos mas discutibles sobre su
personalidad y de la valoración artística que merezca, supo sobreponerse a sus limitaciones como intérprete y consiguió
tener una voz propia como cineasta, sin limitarse a vivir de las rentas de los
éxitos de sus cintas de acción.
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