lunes, 20 de agosto de 2018

HA LLEGADO UN INSPECTOR


Sin duda la obra más aclamada y representada de John Boynton Priestley, ensayista, dramaturgo y poeta inglés, cuya conciencia social y simpatías izquierdistas están presentes en la mayoría de sus obras destacadas. Su fama se sustentaría en especial por dos piezas teatrales, “El tiempo y los Conway” y “Ha llegado un Inspector”.
En esta última, en una noche de 1919, en la casa de un acaudalado industrial británico , Arthur Birling,se celebra el compromiso de su hija con otro miembro de la clase alta. Cuando la velada transcurre de forma plácida y todos los integrantes de la mesa (esposa hijos y futuro yerno del industrial) nadan en la autocomplacencia absoluta, se produce la inesperada visita de un misterioso inspector de policía, con varias preguntas acerca del suicidio de una joven de la clase trabajadora. De forma progresiva este hecho, en apariencia totalmente ajeno a las vidas de los comensales, termina revelando una cantidad de verdades ocultas sobre la familia Birling.
 

Priestley escribió su obra más conocida en 1947. No es en modo alguno anecdótico dicha fecha ya que se trata de la postguerra mundial, unos años en los que el Laborismo inglés había tomado el poder y las doctrinas Keynesianas sobre intervencionismo estatal en economía se asentaban en la nación originaria del liberalismo económico, pese a las reticencias de los sectores más tradicionalistas. El dramaturgo quiso lanzar a través de su obra una andanada sobre la necesidad de concienciarse acerca de la solidaridad entre los seres humanos, y como el egoísmo de las personas lleva necesariamente a la destrucción de los más débiles.
La gran virtud de “Ha llegado un Inspector” es superar su tono panfletario y propagandístico,  a través de una trama magistralmente urdida, que logra dar sensación de relato policiaco, sin serlo realmente, y que va poco a poco enredando a los personajes en una espiral de angustia, al ponerles delante de su ojos las trágicas consecuencias de sus acciones. El tono de reproche hacia las costumbres y hábitos de las clases acomodadas es inequívoco, y la figura del inquietante Inspector actúa como voz de la conciencia de una realidad que todos los Birling de este mundo se obstinan en no reconocer. El final de la pieza es digno de los mejores momentos de Agatha Christie, aunque no haya una literatura más alejada del espíritu y tono de la obra de Priestley que la de reina del crimen. Y en eso reside precisamente la maestría de “Ha llegado…”; en utilizar trucos y resortes del género detectivesco para realizar una obra de gran mensaje, que a pesar evidente maniqueísmo (el mundo se divide en ricos perversos y pobres que sufren sus acciones), conmueve a través de su brillantez.

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