Sin
duda la obra más aclamada y representada de John Boynton Priestley, ensayista,
dramaturgo y poeta inglés, cuya conciencia social y simpatías izquierdistas
están presentes en la mayoría de sus obras destacadas. Su fama se sustentaría
en especial por dos piezas teatrales, “El tiempo y los Conway” y “Ha llegado un
Inspector”.
En esta última, en una noche de 1919, en la casa de un acaudalado
industrial británico , Arthur Birling,se celebra el compromiso de su hija con
otro miembro de la clase alta. Cuando la velada transcurre de forma plácida y
todos los integrantes de la mesa (esposa hijos y futuro yerno del industrial)
nadan en la autocomplacencia absoluta, se produce la inesperada visita de un
misterioso inspector de policía, con varias preguntas acerca del suicidio de
una joven de la clase trabajadora. De forma progresiva este hecho, en
apariencia totalmente ajeno a las vidas de los comensales, termina revelando
una cantidad de verdades ocultas sobre la familia Birling.
Priestley escribió su obra más conocida en 1947. No es en modo alguno
anecdótico dicha fecha ya que se trata de la postguerra mundial, unos años en
los que el Laborismo inglés había tomado el poder y las doctrinas Keynesianas
sobre intervencionismo estatal en economía se asentaban en la nación originaria
del liberalismo económico, pese a las reticencias de los sectores más
tradicionalistas. El dramaturgo quiso lanzar a través de su obra una andanada sobre
la necesidad de concienciarse acerca de la solidaridad entre los seres humanos,
y como el egoísmo de las personas lleva necesariamente a la destrucción de los
más débiles.
La gran virtud de “Ha llegado un Inspector” es superar su tono
panfletario y propagandístico, a través
de una trama magistralmente urdida, que logra dar sensación de relato
policiaco, sin serlo realmente, y que va poco a poco enredando a los personajes
en una espiral de angustia, al ponerles delante de su ojos las trágicas
consecuencias de sus acciones. El tono de reproche hacia las costumbres y
hábitos de las clases acomodadas es inequívoco, y la figura del inquietante
Inspector actúa como voz de la conciencia de una realidad que todos los Birling
de este mundo se obstinan en no reconocer. El final de la pieza es digno de los
mejores momentos de Agatha Christie, aunque no haya una literatura más alejada
del espíritu y tono de la obra de Priestley que la de reina del crimen. Y en
eso reside precisamente la maestría de “Ha llegado…”; en utilizar trucos y
resortes del género detectivesco para realizar una obra de gran mensaje, que a
pesar evidente maniqueísmo (el mundo se divide en ricos perversos y pobres que
sufren sus acciones), conmueve a través de su brillantez.
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