sábado, 8 de junio de 2019

LA VUELTA DE NORA

En el año 2017, el dramaturgo norteamericano, Lucas Hnath asumió el riesgo de hacer una segunda parte de Casa de Muñecas, la inmortal obra de Ibsen, el autor noruego que con su obra estableció uno de los personajes femeninos emblemáticos de la historia de la dramaturgia mundial: Nora, esa mujer que tratando de salvar a su familia, asumía roles e iniciativas que le estaban vedadas a su género y que, a pesar de poder salvarse y continuar con su acomodada vida burguesa, decidía dejarlo todo al haber descubierto el vacío de su existencia y su sometimiento a los dogmas masculinos.



La obra original de Ibsen ponía sobre el tapete el papel  que la sociedad otorgaba a las mujeres; mucho ha llovido desde entonces y ahora con más fuerza que nunca se reivindica la posición de la misma en el mundo. ¿Puede un personaje como ese ser vigente a fecha de hoy, con las transformaciones económicas y sociales que han sacudido la existencia contemporánea?. En este nuevo acercamiento, Hnath decide situar a sus protagonistas quince años después y nos sitúa en el escenario ante las consecuencias que provocó la huida del hogar por parte de una madre de familia, algo casi sacrílego durante no poco tiempo. Nora vuelve  a su hogar más convencida que nunca de lo adecuado de su decisión, con las ideas muy claras sobre la conveniencia de su huida de aquello que debía considerarse como adecuado. Pero ¿ha calibrado en alguna ocasión como influyó aquello en la vida de los demás?¿Que fue de su esposo e hijos?¿Qué piensan sobre ella?. ¿Nuestras decisiones deben ser autónomas o deben de tener en cuenta a terceros?
Todas esas preguntas se plantean en una pieza que establece unas relaciones personales llenas de reproches y viejas cuentas. Todos los personajes de la función tienen sus motivaciones y no resulta fácil desprenderse de los mismos. Lo que para alguien supone la llave de su felicidad, para otros puede ser una fuente de conflicto. Y quizá, el mensaje más evidente (si es que lo existe) de esta obra es el hecho que el hecho de convivir con otras personas nos termina afectando de forma esencial, por mucho que queramos mantener nuestra independencia. No se puede uno sustraer de la sociedad que le rodea, de sus consignas y reglas, escritas o no, ni tampoco de las consecuencias de nuestros actos, por más que creamos que están justificados.


Es un texto brillante, que logra la muy complicada misión de mantener el nivel del original del que ha sacado la historia y personajes, algo extremadamente complicado al tratarse de una de las cumbres del Teatro contemporáneo, y quizás una de las obras que lo iniciaron, y que en los escenarios españoles ha contado con un excelente electo de actores que llenar de verisimilitud y humanidad a sus complejos personajes.

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