Luis Buñuel fue el cineasta español más universal hasta
la llegada de Pedro Almodóvar. El aragonés se convirtió en uno de tantos
damnificados por la Guerra Civil que le
obligó a exiliarse en México durante gran periodo de su vida y a realizar una
parte importante de su obra en Francia. Buñuel fue un referente del cine de
autor, una de las personalidades más acusadas de la cinematografía del siglo
XX. Su personal visión de arte y de la vida estuvo presente en su filmografía
de forma muy intensa, y sus películas (acaso con las del italiano Federico
Fellini) reflejan más que ningún otro cineasta sus convicciones éticas,
artísticas y hasta filosóficas; su estilo estuvo siempre por delante de los
requerimientos industriales y desde sus inicios dejó claro que la pantalla era
el medio de expresión de sus personalísimas inquietudes como ser humano.
“Mi último suspiro” fue su esperado libro de memorias,
casi al final de su vida, y es un magnífico manual para acercarse a la figura
de uno de los creadores más peculiares de nuestra historia. Es una obra
sentida, poco rigurosa si se quiere, en el que el punto de vista del protagonista
se sitúa muy por encima de datos concretos o referencias fehacientes de cómo
ocurrieron los hechos. Buñuel desentraña su infancia en Aragón , sus primeras
tomas de contacto con el mundo de los intelectuales, la importancia de figuras
a las que estuvo muy próximo como Lorca y Dalí, la efervescencia cultural de
esa España de los años 20 y 30 que truncó el estallido de la guerra, los
inicios del movimiento surrealista del que fue uno de los grandes
protagonistas, sus vicisitudes en países como Norteamérica. También manifiesta
de forma expresa sus opiniones respecto a la religión, el arte y algunos
personajes de entonces. Destacan, por ejemplo, puntos de vista tan señalados
como el que si Hemingway no hubiese sido americano nadie conocería su obra, o
si Galdós no fuese español, sería una referencia de la novela mundial. Alaba
“El Tesoro de Sierra Madre” de John Huston y critica “De aquí a a la eternidad”
de Frd Zinnermman” por patriotera y simplona.
Su estilo es ágil, poco elaborado, pero muy directo y
accesible. Es una de esas autobiografías que huele a veracidad, aunque quizá en
ella no hay mucha rigurosidad . A fin de cuentas es muy parecida a sus
películas: en ellas siempre subyació el universo particular del director por
encima de la solidez de la historia. Quizá el tiempo no haya sido muy benévolo
con parte de su obra y es poco probable que persista en el futuro. Para
cualquier espectador joven resulta bastante difícil acercarse al universo
fílmico de Buñuel, y más con el modelo de narrativa cinematográfica que se ha
terminado por imponer. Pero sí resulta necesario reivindicar y no olvidar a una
de los personajes trascendentales del arte español del siglo XX. Y en el
recuerdo siempre quedará el legado de “Viridiana”, “Trsitana”, “El discreto
encanto de la buerguesía” o “Nazarín”,
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