domingo, 19 de abril de 2020

LA PROFESION DE LA SEÑORA WARREN

George Bernard Shaw, fue uno de los más brillantes dramaturgos de finales del XIX y comienzos del siglo XX. Irlandés, como Oscar Wilde, tuvo una amplísima producción como poeta, novelista y autor teatral, aunque fue esta última actividad la que más fama le dio, siendo quizá su famosa pieza “Pigmalion”,la más recordada a fecha de hoy, gracias eso sí a ser la base de un famoso musical escénico que luego se transformaría en una película legendaria “My fair lady”. Es sin duda alguna, uno de los grandes nombres de las letras inglesas.
“La profesión de la señora Warren”, escrita en 1893 causó un gran escándalo y demostró el carácter polemista y hasta rebelde del autor. Fue prohibida en Inglaterra, y no pudo representarse hasta 1902 y en un club privado. En Nueva York, una puesta en escena en 1905 tuvo que ser suspendida por la policía. Hasta bien entrados los años 20 no pudo representarse con cierta normalidad. ¿El motivo?, la pieza teatral trataba el escabroso asunto de la prostitución.

Pero al contrario de la inmensa mayoría de obras que han abordado esa cuestión ya sea en literatura o cine, “La profesión de la señora Warren” no adopta el punto de vista de las propia prostitutas sino de los empresarios que están detrás de ella. El propio Shaw resumió  de forma muy certera el espíritu de la misma : “para llamar la atención a la verdad de que la prostitución es causada, no por depravación femenina y libertinaje masculino, sino simplemente por el falta de recursos, autoestima y sustento que reciben tan vergonzosamente las mujeres que las más pobres de ellas se ven obligadas a recurrir a la prostitución para mantener el cuerpo y alma juntos."
La señora Warren en una acomodada dama de la que se desconoce el origen de su fortuna. Gracias a ella ha podido sufragarle una elitista educación a su hija, Vivie, sobre la que revolotean diversos cazadotes que la quieren atrapar en matrimonio. Vivie es, sin embrago, una mujer formada, educada en Cambridge, y que no acepta el papel de simple florero deseando por ello trabajar por su cuenta, ante el enfado de su madre, que no entiende como una mujer puede plantearse otra cosa que sea  una vida tranquila, sosegada y dedicada a lucir con orgullo su posición social.
En el momento culminante de la obra una conversación entre madre e hija saca a la luz toda la verdad: la señora Warren (Kitty) esconde tras de sí la amargura de una infancia marcada por la pobreza en la que pudo observar desde muy niña, como el camino de la honradez y rectitud llevaba a muchas mujeres de ese estrato social a una vida desgraciada. Por ello, aprovechando su belleza y gracias al la propuesta de una hermana también muy agraciada, que ya se había metido en la llamada profesión mas antigua del mundo, emprendió una exitosa trayectoria en ese ámbito que le llevaría a abrir burdeles en varias ciudades europeas con notable éxito. Su hija aterrada ante la realidad que esconde su esmerada educación decide rechazar seguir el camino de la madre y renuncia a los privilegios que podía disfrutar
Shaw plantea, pues, la disyuntiva que ha marcado la elección de muchas mujeres a lo largo de los siglos. Como la pobreza y miseria en muchas ocasiones solo pudo ser esquivada ofreciendo el sexo como mecanismo de supervivencia. ¿Es algo lícito o al menos entendible?. La habilidad de la obra que comentamos es darnos una perspectiva si se quiere externa, casi analítica del problema. No se nos muestra la realidad de esa industria, sino las reflexiones de aquellos que, desde la distancia, la manejan. Kitty Warren entendió desde muy pronto que sobrevivir exigía dejar atrás  toda consideración convencional de la moral. Esta es muy útil cuando tienes el plato de comida en la mesa, pero muy inútil cuando tu sexo y posición social te impiden prosperar. El resultado de esa elección para ella es muy simple: su hija tiene todas las oportunidades que con casi toda seguridad le faltarían en caso de no haber optado por ese camino. Pero una cosa es la supervivencia, y otra el enriquecimiento. Vivien, la hija, esta dispuesta a perdonar que su madre subsistiera de esa manera; pero su mentalidad moderna le hace rechazar de plano que mantenga esa forma de vida para acumular dinero y privilegios. La ruptura resulta inevitable.
De forma astuta Shaw deja en no muy buen lugar a los personajes masculinos de la función: un joven cínico y despilfarrador que solo busca la fortuna de Vivien, el socio de la madre en el negocio de lenocinio, un cuarentón inescrupuloso que utiliza el secreto materno para intentar atraer la atención de la hija, un párroco de oscuro pasado. Y es que es evidente los hombres no han sido, a lo largo de la historia, figuras en las que se pudieran apoyar las mujeres para salir de sus zonas oscuras, y menos en la época en la que Shaw escribió esta notable e injustamente olvidada pieza.


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