Javier Marías es desde hace
varios años uno de los valores comerciales más sólidos de la literatura
española. De vocación cosmopolita y discípulo adelantado de Juan Benet, uno de
los renovadores más polémicos del la historia literaria nacional del siglo XX,
ha desarrollado una importantísima y exitosa carrera en actividades tan
variadas como la traducción, el ensayo literario, los artículos periodísticos y
sobre todo, la novela, género en donde le ha llegado los mayores
reconocimientos.
El relato corto, al
contrario, no le ha reportado mucho notoriedad pese a la existencia de dos
libros “Mientras ellas duermen” y “Cuando fui mortal” y el mismo ha reconocido
que tiene serias dudas sobre su aportación al citado arte de la narrativa
breve. Por eso “Mala índole”, una recopilación de todos sus relatos cortos
aparecida en 2012 puede considerarse un libro sorprendente, y a decir verdad
muy estimulante.
Es Marías un narrador
complejo, de aquellos para los que el arte de la literatura debe de huir de cualquier
tentación de simplicidad y que gusta de proponer al lector un desafío
permanente con una prosa muy cuidada y elaborada, unas tramas y personajes
notablemente enrevesados y un estilo denso, culto, inaccesible por momentos si
se quiere y que obliga a una alta concentración para aquel que se acerca al
mismo. Aburrido y pedante para algunos, magistral y elegante para otros, lo que
no cabe duda es que su triunfo en cuanto a ventas es incontestables y se trata,
junto a Pérez-Reverte, de nuestro escritos más traducido y respetado en el
exterior.
Sus relatos cortos son
precisamente, una magnífica forma de acercarse al peculiar estilo de Marías.
Dada su corta extensión, permiten un cierto relajamiento al lector que puede
disfrutar de pequeñas delicatesen, en las surgen todo un universo de seres
extremadamente complejos atrapados por unas situaciones ciertamente
inquietantes y expuestas con una peculiarísima forma de narrar. Algunos de esos
relatos como el que da título al libro ”Mala Indole” son ciertamente brillantes en cuanto a la creación de
atmósferas y aunque como cualquier libro compilatorio de relatos debe de pagar
el peaje de la irregularidad de su contenido, ya que se alternan algunos
espléndidos con otros mas bien de escaso recorrido, en su conjunto supone una
buena muestra de una forma de entender la literatura que supera en gran parte
el realismo imperante que se implantó de forma generalizada desde el siglo XIX
y contra el que el autor siempre ha luchado con tesón.
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