Ian Gibson, irlandés de nacimiento, es uno de los más conocidos
hispanistas contemporáneos que tiene la peculiaridad de centrar su estudio en
nombres claves de la cultura española a los que ha dedicado biografías y
estudios: García Lorca (su gran tema), Salvador Dalí y Luis Buñuel son algunos
de los iconos que ha sido diseccionados por Gibson.
En 2003, apenas una año después de la muerte del último Premio Nobel
español de literatura, Camilo José Cela. Gibson sacaba a la luz un polémico y
provocador ensayo en torno al autor de “La
familia de Pascual Duarte” y “La
Colmena”. El biógrafo nunca ha escondido sus tendencias izquierdistas y
ello dio lugar a no pocas suspicacias en torno al libro: a fin de cuentas Cela
fue un referente intelectual importante de la derecha española de finales del
siglo XX; defendido fervientemente desde las páginas de ABC, medio del que era
colaborador asiduo que le quiso elevar
la categoría de gran literato envidiado por toda una pléyade de jóvenes escritores
de tendencia progre, que nunca alcanzarían sus cotas de maestría.
Tal vez sea el hecho notorio que Gibson no sintiese ninguna simpatía
personal por el objeto de su estudio (cosa que reconoce abiertamente al final
del mismo) lo que otorga notable interés a su trabajo, porque tal circunstancia
no es óbice para que sus análisis de la obra celiana sea completa, rigurosa y
hasta brillante sin que ello implique que sus opiniones estén teñidas del
inevitable subjetivismo que toda critica literaria comporta. En su conjunto
Gibson cuestiona el valor de buena parte de la producción del Nobel de 1989 con
tres excepciones: Pascual Duarte, La
Colmena y San Camilo 1936 (en opinión de Gibson, su obra maestra), que son
analizadas con notable precisión. Son cruciales sus justificaciones sobre la
influencia que puede percibirse en esas obras de escritores extranjeros, en
concreto de John Dos Passos y su “Manhattan
Transfer” en “La Colmena” con su
visión panorámica de una micro somas social urbano, y de del “Ulises” de James Joyce, en “San Camilo 1936” con su apuesta decidida
por el monólogo interior.
Junto al análisis literario el otro gran motor de la narración (y de
hecho, el más importante) es la tesis que fundamenta el libro sobre la
personalidad de Cela. En opinión del ensayista, la obsesión por el triunfo y el
reconocimiento social marcó la trayectoria vital de Cela, cuya fijación por el
éxito, originada en gran medida por unos orígenes familiares acomodados y medio
británicos en la que la palabra fracaso era vista con escepticismo y desprecio,
le llevó a hacer su de carrera literaria el gran motor de su vida y de intentar
conseguir una red de contactos y apoyos que le abriesen las puertas del
reconocimiento: desde el ingreso en la Real Academia de la lengua, hasta los
más prestigiosos premios literarios para los que se postuló sin desmayo hasta
conseguirlos. De forma paradójica (o no tanto), uno de sus más clásicas figuras
narrativas fue la del perdedor, el desgraciado que tiene todo en contra y no
puede salir del agujero al que la vida le ha sometido y de cuyo análisis, crudo
y tierno al mismo tiempo, salieron los mejores momentos literarios de una pluma
que consiguió un prestigio en determinados ámbitos catalogado por muchos como
injustificado.
No esconde tampoco el libro, el carácter polémico del autor, muy
especialmente en la última etapa e su vida, donde sus reconocimientos oficiales
se combinaban con actuaciones muy polémicas en su vida pública y privada, con
declaraciones altisonantes, toscas y hasta de mal gusto a cargo del Nobel, que
le valieron el repudio de no pocos, en especial de las nuevas generaciones y que
parecían enmarcadas en una estrategia de auto-promoción del propio autor que a
lo largo de su vida fue creando, en torno a su mismo, un personaje
contradictorio que supero en buena parte a su creación literaria.
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