jueves, 8 de noviembre de 2018

LA COLMENA


Publicada en Argentina en 1951, puesto que la censura española impidió su inicial distribución en España, se trató de la definitiva consagración de Camilo José Cela como la voz más profunda del panorama literario español de la postguerra. Mucho se ha vertido sobre ella, y nos han sido pocas las polémicas vertidas en torno a la novela del gallego, considerada por algunos como una cumbre de la lengua castellana contemporánea cuando para otros es un texto muy sobrevalorado y lleno de carencias.
Cela se propuso retratar el Madrid de la inmediata postguerra. Pero no a través de una historia con protagonistas definidos, sino mediante la puesta en escena de una auténtica “Colmena” de seres humanos, fundamentalmente de la clase media empobrecida que sobrevivía cómo podía en los años del hambre y el atraso. Junto con el retrato de esos seres en su mayoría desvalidos  desorientados, Cela trató de captar de forma veraz el lenguaje de esos personajes imaginarios que sin embargo estaban teñidos de un áspero realismo.


“La Colmena” es una obra compleja y sazonada de numerosos registros: es realista pero responde a un peculiar universo personal del literato que utiliza un narrador omnisciente que en ocasiones cede la palabra a los personajes de la novela y en otros realiza descripciones precisas y juicios de valor del panorama que pretende mostrar.  En ella hay mucha crueldad y un retrato atroz de la realidad cotidiana de aquellos años, pero, al mismo tiempo, se pueden encontrar numerosas dosis de ternura, de mirada complaciente y comprensiva a unos seres humanos que sufren una realidad durísima, en la que el hambre está presente a diario, en la que los poderosos oprimen y explotan a los débiles, en la que las mujeres jóvenes y de buen ver se ven en la tesitura de vender sus favores para alimentarse o salvar a sus seres más cercanos, en la que la pequeña burguesía emigrada de provincias ve frustrados sus sueños de juventud o  en la que las esperanzas de un futuro mejor parecen ceder sin remisión ante la aspereza de lo cotidiano, pero no por ello abandonan definitivamente en su empeño.
La novela tiene un lenguaje claro, duro, teñido de un casticismo que ha dado lugar a no pocas criticas en numerosos sectores que la han calificado además (no sin cierto fundamento) de deslavazada y reiterativa en sus estilos y tonos. De alguna forma su pluralidad de personajes hace que sobre ella se ciña el riesgo de la confusión, aunque  algunos de ellos (la señorita Elvira, Martin Marco, doña Rosa la dueña del café……) son desarrollados de forma más extensa, o al menos el autor muestra una especial simpatía. Otros han señalado la clarísima influencia que sobre la misma ejerce el “Manhattan Transfer” de John Dos Passos, publicada en 1925.

En cualquier caso, se trata de una obra imprescindible para entender la literatura española del siglo XX, y quizá clave en la obtención del Premio Nobel de Literatura por parte de Cela en 1989 y, por descontado, un libro que todos han de leer al menos para forjarse una opinión sobre el mismo,

No hay comentarios:

Publicar un comentario