Hacia finales de 1893 Arthur Conan Doyle vivía
una plena contradicción como creador literario: gozaba de un éxito descomunal
entre el público, pero no sabía como librarse del mismo, o mejor dicho del
catalizador de ese triunfo que no era otro que su creación literaria Sherlock
Holmes.
Tal era la avalancha de solicitudes de
aventuras por parte de los incondicionales del personaje que el médico escocés
se hartó de su sujeción a las historias de detectives e ideó librarse de él
para siempre. Para ello nada mejor que utilizar un relato corto en el que a
través de una nueva aventura el desenlace trajera consigo la desaparición del
inquilino de Baker Street
“El Problema final” fue la
culminación de esta idea. Por lo tanto, se trata de uno de los relatos cortos
más emblemáticos de la historia de la literatura, y no por su trascendencia
real, ya que la presión de los aficionados y jugosas ofertas económicas
llevarían a Conan Doyle a desdecirse y recuperar a Holmes años después, ni
tampoco por su calidad literaria, puesto que al mismo se le pueden sacar todos
los defectos posibles: la narración es sobria pero apresurada, la cadena de
acontecimientos es demasiado estrambótica como para resultar creíble y su
final, emotivo, se aparta de la lógica implacable que había caracterizado a
toda la serie.
Además Conan Doyle, creo en el mismo uno de los
personajes más icónicos del universo Holmesiano: el malvado Moriarty, llamado
el Napoleón del crimen, una especie del reverso oscuro del detective, tan
brillante como él, pero dedicado a la delincuencia y el ejercicio del mal;
estudios posteriores señalaron la posibilidad que Conan Doyle, que había tomado
como referencia a su profesor de anatomía Joseph Bell para crear a Holmes, se inspirara
en la figura de un criminal norteamericano muy famoso en la época llamado Adam
Worth, para dicho personaje . La fuerza de su figura ha impregnado la mayoría
de diversas versiones posteriores literarias, teatrales, cinematográficas y
televisivas (hasta de dibujos animados) sobre Holmes, cuando sólo es
protagonista en esta historia corta, aunque se le menciona de pasada en otros,
pero nunca vuelve a tener un papel destacado en las narraciones de Conan Doyle.
Es ciertamente resaltable que algunas de las más características figuras que la
cultura popular asocia a Holmes sean efímeras como Irene Adler (“la mujer”), el
propio Moriarty o incluso inventadas como la frase “elemental querido Watson”,
creada por el cine y nunca dicha en los libros originales, o la misma
indumentaria basada en las ilustraciones de Sidney Piaget y no reflejada por
Douyle en ningún momento
El autor tuvo la genial idea de situar el final
de su imbatible detective en un duelo fratricida entre dos iguales, dos mentes
sublimes enfrentadas en un duelo final que tenía por objeto sepultar al
detective para abordar otros proyectos literarios ( en especial la novela
histórica) que atraían mucho a Doyle, que sólo creó a Sherlock Holmes como vía
rápida para alcanzar el triunfo literario, pero del que no se desprendería
hasta el final de sus días.